miércoles, 16 de septiembre de 2015

Manuel Urbano evoca la poesía de Juan Martínez de Úbeda en el ensayo 'El juego de la flor'


Manuel Urbano evoca la poesía de Juan Martínez de Úbeda en el ensayo 'El juego de la flor'

Jaén 14 ENE 2004

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El Instituto de Estudios Giennenses (IEG) de la Diputación de Jaén ha editado El juego de la flor, un ensayo del escritor jiennense Manuel Urbano Pérez Ortega sobre la obra y producción literaria del poeta Juan Martínez de Úbeda (1916-1963). La poesía de Juan Martínez, que adoptó el apellido de su pueblo natal durante su estancia en Valencia, puede encuadrarse dentro de la segunda generación del 36, según el registro aceptado de Gerardo Diego, o bien en la primera generación de posguerra.
La revalorización del sentimiento, el vitalismo y el intimismo, así como el inconformismo y una cierta rebeldía, son las características que definen a los autores de esta época literaria y que, a juicio de Manuel Urbano, comparte el poeta ubetense. Junto a las señas de identidad comunes, la poesía de Juan Martínez de Úbeda destaca, apunta Urbano, por la clara imaginería lorquiana, algo que contrasta con su pleno rechazo al folclor andaluz y, muy en especial, al flamenco. De otro lado, el poeta hace patente su más firme adhesión garcilasista y en la que puede estar evidente la neta influencia de Dionisio Ridruejo. Otras constantes de su producción poética fueron su muy humana reflexión existencial y una profesión de fe, como demuestra en algunos de sus sonetos.
El ensayo de Manuel Urbano hace un recorrido por la abundante producción literaria de Juan Martínez y saca a la luz 14 poemas inéditos. De sus libros destacan La voz de las espigas (1951), El cántico del agua (1952); y, sobre todo, Voz en vuelo (1952) marcado por la sonoridad del verso y la frescura y sencillez de sus sonetos, décimas, romances o seguidillas. Tampoco faltan a veces sus composiciones altisonantes de nacionalismo nostálgico, de enardecido patriotismo, tan al gusto de la época. Y en otras ocasiones el autor ensaya, casi de puntillas, la poesía social, con alusiones a la despoblación de la provincia jiennense en la posguerra.
Con todo, la producción poética de Juan Martínez quedó reducida en buena parte al ámbito provincial, aunque también fueron numerosas sus colaboraciones en revistas y periódicos de la época. Martínez de Úbeda falleció a los 47 años en Linares víctima de un cáncer de garganta, sin que llegara a ver publicada su obra Elegía al pastor de Marmolejo. Un año después de su muerte sus amigos editaron Últimos poemas, una entrega que comprendía 16 variadas composiciones, seis de ellas inéditas.
Manuel Urbano, que ejerce como asesor cultural de la Diputación de Jaén, une este ensayo a la larga lista de publicaciones editadas tanto en prosa como en verso. Su último libro poético fue Paseos en Jaén (París, 2001). También es autor de numerosos estudios literarios y ensayos.

jueves, 17 de marzo de 2011

NUEVE POEMAS INÉDITOS Y UN AUTÓGRAFO

NUEVE POEMAS INÉDITOS Y UN AUTÓGRAFO

DE JUAN MARTÍNEZ DE ÚBEDA

Por Alberto López Poveda y Manuel Urbano Pérez Ortega


Boletín del Instituto de Estudios Gienenses Julio/Diciembre 2001 - N* 179 - Pags..417-441 - LS-S.N.: 0561-3590



RESUMEN
Junto con una breve noticia bibliográfica, publicamos nueve poemas inéditos y un autógrafo de Juan Martínez de Úbeda, el poeta jienés de mayor calidad de los pertenecientes a la conocida como segunda generación de posguerra, y perfectamente encuadrable entre los garcilasistas.
Los textos, salvo el primero, se encuentran en folios mecanografiados en el archivo particular de Alberto López Poveda. Con este trabajo se pretende funda­mentalmente rescatar unos poemas desconocidos y difundir una parte de su obra menos conocida, la escrita, para concursar en certámenes monográficos y juegos florales, moda decimonónica que reavivara las diversas ins­tancias de la cultura oficial de este tiempo.
* * * *
JUAN Martínez García, Juan Martínez de Úbeda, nace en la ciudad de las cúpulas, de la que adoptara el nombre, el 29 de septiembre de 1916. fa­lleciendo en Linares, el 7 de octubre de 1963. Realiza estudios en el Se­minario de Baeza, los que no tardaría en abandonar, para dedicarse al pe­riodismo en su ciudad natal. Tras la contienda civil, marcha a Valencia, donde publica sus dos primeros libros de poemas -Gresca lírica (1) y Campanas (2)- y tres novelas breves: El alma en los ojos, Eulalia Santqfé y No­ches sin alma (3). En 1949 se traslada, ya para siempre, a Linares, donde ejerce como administrativo y realiza una fecunda y fructífera producción pe­riodística y literaria, con colaboraciones, ante todo, en los periódicos y re­vistas de la provincia y, fundamentalmente por cuanto hace a la poesía, en Úbeda y Linares. En 1952 sale a la luz su último libro de poemas propia­mente dicho, Voz en vuelo (4), al que seguirá un pequeño cuadernito con doce composiciones: Sonetos de amor (5). Un año antes, en 1953, daría a la luz un apretado ensayo en el que patentiza sus devociones literarias y quienes serán sus principales mentores: Tres poetas modernos: Lope de Vega. Gerardo Diego y García Nieto (6). Ya con carácter póstumo, apare­cerá Elegía al pastor de Marmolejo (7), donde en doscientos cincuentaiséis versos canta el hecho cierto de la muerte de un pastorcillo por el intento de que no pereciese uno de sus corderos en la inmensa riada que produjo una tormenta, y con el que obtuvo el Premio Diputación de Jaén en el concurso convocado por el Instituto de Estudios Gienenses. También, un año después de su fallecimiento y con prólogo de Alberto López Poveda, darán a la luz Últimos poemas (8), como por igual iniciativa de un grupo de amigos saldrá Geografía poética de Linares (9), igualmente presentada por López Poveda. Por último, registrar que, en 1991, efectuamos la antología En la voz el ala (10), un prieto recorrido por sus textos aparecidos en libro y, ob­viando aquellos que salieran en revistas, en los que se suele encontrar su obra de mayor madurez, ya que, en la práctica, no publica libro alguno du­rante los doce últimos años de su vida.
No es momento de abundar sobre las características generales de la obra del ubetense, como dicho queda, fácilmente encuadrable en la estética de los garcilasistas, con un regusto por las imágenes y la metáfora, y una intención netamente testimonial y de profundísima y manifiesta religiosidad, de confesión de fe. Nos limitamos, simplemente, a rescatar unos textos descono­cidos -a nuestro juicio rigurosamente inéditos- y los que muestran una fa­ceta muy común en los poetas de su tiempo, la participación en certámenes de píe forzado y en juegos florales. Y a fe que debió ser reiterada su presencia en estas lides, corno bien lo manifiesta un recorte de la linarense revista Cruzada, cuya fecha no hemos podido precisar -¿1957?-, donde se da noticia de que, para entonces, ya había conseguido más de sesenta galardones, entre ellos tres flores naturales y cuatro primeros premios, cantidad que, como es fácil prejuzgar, incrementaría notoriamente.
La primera poesía que reproducimos, «Mi poema de cristal» (11), obtuvo premio en Elche -Alicante, 1940- y. si bien evidencia ser obra de un poeta primerizo, muestra algunas de las que van a ser claves y constantes a lo largo del hacer de su autor; así, su «Anhelo de patria y Dios» y, por tanto, su encuadre dentro de lo que ha venido en llamarse nacionalcatolicismo, y que cuajara ya en plena contienda civil. Asimismo, presenta varias de las que serían sus palabras clave y que utilizará de forma reiterada, muchas veces formando imágenes o metáforas, en la producción posterior -«ala», «voz», o «vuelo»-, cuando no gráficamente figuran en el título de uno de sus libros. Voz en vuelo- Por igual su apuesta por lo que llama «rima natural» y, algo que nos ha sorprendido sobremanera en este romance, el rechazo a los que componen el Romancero Gitano de Federico -«Que no te quiero gitano / con greñas como García / Lorca»-, cuando ellos con clarí­sima evidencia saltan en sus primeros libros.


(1) Gráficas Goya, Valencia. 1943.
(2) Gráficas Gloria, Valencia, 1943.
(3) Edít. Ameller Barcelona.
(4) Gráficas Linarejos, Linares, 1952.
(5) Publicaciones de la Revista Linares; Linares, 1954.
(6) Publicaciones de la Revista Linares; Linares, 1953.
(7) Talleres La Loma, Úbeda. 1964.
(8) Imprenta La Loma; Ubeda, 1964.
(9) Imprenta López; Linares, 1968.
(10) Manuel Urbano. Edít. Diputación Provincial de Jaén, 1991.
(11) Único que no forma parte de la colección de López Poveda. se encuentra en fotocopia en el volumen Artículos de Juan Martínez de Úbeda. conjunto de reproducciones, prosa y verso, existente en la biblioteca del Instituto de Estudios Giennenses,

Pero, sobre nuestras propias opi­niones, quede el texto íntegro:

MI POEMA DE CRISTAL



Cógelas, que no se vuelen
las alas de la Poesía.

Remolinos de luceros
en las noches de Castilla.


Caracolillos de espuma
sobre la estampa marina.

Mi poema de cristal
no te me vayas en risas... !
Te vi despierto en las noches
sobre tas nubes dormidas.


Y quemado por S. Juan
en la hoguera alicantina...
Te quise coger tas alas
para infundirte mi vida...

Ay, poema de cristal
y estrella de Andalucía...!
¿quién eres que se te siente
y que huyes si te miran?

-Soy el soplo de lo eterno.

Eternidad de la rima
natural, junto a las cruces
en vuelo de golondrinas...
Oro de sol sobre el rubio
trigal de la ancha Castilla.

Azul y sedas de cielo
y mar en Levante... brisas
de azahar tejiendo versos
en telares de campiña...

Oraciones de alborada
y campanarios de ermita...
Anhelo de Patria y Dios
y ángeles en la vigilia
de lo eterno, sobre luces
y entre luceros que brillan...

Ay poema de cristal
no te escapes deprisa...

Que no te quiero mintiendo
palabras de azul mentira.

Que no te quiero gitano
con greñas, como García
Lorca. Que no. Que te quiero
como eres, Frágil, con vida
de eternidad, y alas blancas
para volar.... sin mentira
de cascabeles perleros
ni hogueras entre las brisas.

-¿Quién eres que te me vas
y te me pierdes, si miran...
¿Ángel? ¿Sol? ¿Luz? Golondrina.

¡Ay poema de cristal
no te me vayas en risas
que quiero tu carne joven
para mi nueva Poesía....!

Ay poema de cristal
no te me vayas en risas...


También redactado para algún certamen que nos resulta desconocido -presentado bajo el lema «Yo pregunto»-, es el poema que sigue, compuesto por cincuenta y ocho endecasílabos, su mejor verso. Por igual, nos ha sido im­posible fijar su data, si bien no nos cabe duda que pertenece a la etapa de ma­durez del poeta, ya de neta religiosidad, como en esta ocasión en la que canta el orden de la creación sujeta a la mano divina; aunque, caso infrecuente en su hacer -quizás por el tema propuesto-, se muestra moralizante:




LECCIÓN INICIAL



Y el maestro, mirándonos, queriendo
llenarnos de verdad, habló y nos dijo:
«Pregunto a las espumas ¿por qué guardas
la blonda de tus aguas en el río?
y al Tiempo le pregunto: ¿cómo sabes
hacer las amapolas junto al trigo,
bordar las rosas blancas en los huertos,
mecer las aceitunas del olivo...?

Yo pregunto y responde con presencias
el Tiempo. Yo pregunto, pero el río
me devuelve la espuma recreada
y el huerto se me ofrece en sus lirios:
«He guardado en mi tierra la simiente
y al venir Primavera me he sentido
un arcángel de rosas esperando
florecer sobre mi para ser mío...».

Yo pregunto: ¿por qué, por qué la nube
se bebe las escarchas del camino?
¿por qué las blancas aves adormecen
en silencios la gracia de sus trinos?
¿por qué van las hormigas, silenciosas,
hacinando los granos en sus silos?
¿por qué se nos ocultan en la noche
las alas de los cóndores altivos?

Yo pregunto y responden, casi a coro
las cosas de la tierra: «Somos hilos
en las manos de Dios y sólo damos
aquello que arrancamos cuando fuimos
mineros de raíz bajo la tierra...
Sólo damos aquel grano de trigo
guardado en nuestros vientres cuando andaba
Octubre, con su luz, nuestros caminos...

Como nube te lluevo los sembrados
porque bebo las aguas del olivo...

Como pájaro canto bajo el alba
porque guardo entre plumas ciertos trinos...

A la sombra del árbol, hecho sombra,
miré a mi alrededor. Jugaba un lirio
con el aire aromado de la tarde.
El aire lo tentaba, y dando un grito
el lirio se quedó callado y solo...
Ví volar, otra vez, al aire. Hizo
un hoyo en el jardín, sembrando algo
de flor que rescató. Así ha nacido
en medio de los huertos la sonrisa
virginal de la luz... El viento es vivo
sembrador de la tierra. Guarda y halla
la dulce primavera que se abre
delante de nosotros, como en vilo,

haciéndose plegaria pura el cielo
Y cántico de amor para los niños...».
Y el maestro, mirándonos, queriendo
llenarnos de verdad, por fin, nos dijo:
“Si guardas, hallarás y con lo hallado
tu mano puede ser milagro mismo
llevando hasta los pobres la sonrisa
y el pan de tu callado sacrificio...”


Al igual que el antecedente, el poema que sigue fue escrito y presen­tado a algún concurso bajo plica de «Amor», y es tema que ya ensayara para el galardonado -1958- «Canto a la mujer marteña». Ahora el metro es distinto, el alejandrino pespunteado por algún y muy concreto heptasílabo. El poema, quizás excesivamente retórico, en lo que abundan ciertas rimas in­ternas. vuelve a mostrar la plena aceptación divina, «Todo en Dios recli­nado». a la vez que reitera voces presentes en los más de sus poemas «ar­cángel» -en cuya significación nos detendremos poco después-, «lirio» -en estos contados textos que publicamos aparece doce veces, algo desme­dido-. «geometría» -también de reiterado uso en no pocos de los garcilasistas-; a la par, sobresale lo autobiográfico, la confesión de las modestas ra­íces campesinas del de Úbeda.


CANTO ÍNTIMO A LA MUJER JAENERA



Surgiste de la espuma, del perfumado aliento
de Dios, sobre los montes, y descendiste, niña,
jugando con querubes en paisajes de viña
y olivos verdiblancos. De la brisa y del viento
se te hizo el cabello.

Vuelo de golondrina tu sonrisa primera,
y carbones de un fuego inextinguible era
la doble geometría de tu ojo en destello.

Valle verde amasaba el pan de la caricia
en artesa redonda de ribera florida.
El arcángel bailaba, dulce, sobre la vida
nueva del mayo niño, corazón en primicia.

Todo, en Dios reclinado,
hurgaba con los dedos invisibles el agua,
y el corazón del Santo Reino encendió la fragua
del alba por un nuevo jilguero enamorado.

Ella, lirio nacido en la rama islamita
se arrancó de los labios la caricia del velo.
Axa novia y morena, leve, pintó en el suelo
una cruz redentora. Verso y agua bendita.

¡Ay, niña jaenera,
corazón desprendido del árbol primoroso...!
Sólo el arpa infinita del valle silencioso
sabe la sinfonía de tu fiel primavera.

Sólo el valle y el ángel. Sólo el ángel y el valle
conocen las palomas de tus altos senderos;
y Dios, niña jaenera, que te crea corderos
blancos de castidades, y brisas para el talle
breve de tu figura,
y ventanas azules para ti, la princesa
que domina caminos de Jaén y que besa
el manto de la Virgen. Vino de la llanura
el requiebro caliente del Infante cristiano.
Se incendió de rubores tu cara y prometiste
amar eternamente. A la niña vestiste
de mujer, y en un destello de alianza en tu mano
quemó la fantasía de la novia en espera.
Las doncellas de lirio conversas en esposas
iluminaron huertos donde nacieron rosas
de las siete virtudes. ¡Ay, la niña jaenera!
Humilde, como jara de Tíscar. Diligente
como impaciente yedra de la ermita encalada.
Como cepa de viña, generosa. Ordenada
como el lírico verso de la escondida fuente.
Casta como la luna del véspero impreciso.
Dulce como las mieles del romero aromado.
Alegre como la tarde dorada, en el alado
horizonte violeta, suave como el liso
cielo del mediodía. ¡Ay, la niña jaenera,
hermana de los lirios y del blanco cordero,
asomada a las albas, cuando toca el jilguero
la diana sin nombre de la azul primavera...!
Pero yo no te busco -coro y danzo- en pastira,
ni entre los pinos galantes de la sierra sagrada,
ni en la plática dulce de la ermita callada,
ni en el templo, rezando, ni en molino que gira
cortando redondeles a purezas de ampo.
No te busco. Te tengo. Yo te tengo, jaenera,
en mi madre bonita, bonita cuando era
la hija del peón caminero en el campo.

Cuando casta bordaba en almohadas de hilo
su inicial para el sueño del hombre deseado,
cuando me reclinaba en su pecho, aromado
por la rosa infinita de su rezo tranquilo.

Yo te tengo, jaenera, en mi madre. Rezaba
y juntaba mis manos para la prez con nombre,
mientras cerca cosía una jáquima el hombre
que le dio rosas nuevas al rosal que esperaba.

No te busco. Te tengo. Yo te tengo, jaenera,
en la esposa que borda junto a mí, que sonríe
al trenzar mi piropo, en la niña que ríe
porque canta en el huerto la feliz Primavera.

Ella sabe la copla del silencio dorado
y repite el poema de un inédito libro.
Juntos, lentos, rezamos y con su norma equilibro
la emoción que me lleva más allá del cercado.

Yo te tengo, jaenera, en la fe de la esposa
que trabaja y que reza modelando en su falda
a los niños que crecen. Ella, dulce, enguirnalda
el hogar recién hecho con su risa y su rosa.

¡Ay, la niña jaenera!
¡Ay, la niña pastora de corderos de espuma
por las vegas de invierno! ¡Ay, la lluvia y la bruma!
Pero esperas y cantas. El arcángel te espera



Clara es la falta de texto, pues el poema queda trunco a nuestro juicio.
Y, ahora, un lema que abordará en diversas ocasiones desde su llegada a Linares: así. pongamos por caso, el «Poema del minero», que ya diera en su libro Voz en vuelo, u «Oración para el minero», publicado cu la giennensc revista Advinge (12).


POEMA DEL MINERO



El pueblo tiene yedras
camineras por muros verticales
y campanas lloviendo sus titanes
y corderos balando en las laderas.

El pueblo tiene sol y pan caliente
y rosas con un cántico dormido
y niños como pájaros y lirios
haciendo capiruchos de su nieve,
y novios con la menta
del beso del domingo entre los labios
y cándidas muchachas arrancando
palabras de colores a la niebla.

El pueblo está en lo alto, en el paisaje,
en su alba de oro,
con su luna de vidrio y con su pozo
de agua de cristal bajo la tarde.
Las cosas en el pueblo
son graciosas presencias definidas:
el árbol, un cedazo que tamiza
la luz. Y la plazuela del Convento
una escenografía para el chorro del agua, para el trino
y para el juego alegre de los niños.
Las cosas en el pueblo tienen vida
como el curso azulado del arroyo
y formas como el sauce o la palmera.
Allí donde la luz pone su diestra allí brillan los toros
y las sombras alargan las figuras
del caballo de cobre
y del olivo noble
y de la torre mágica y antigua.

Pero en la mina, el cielo
es un sueño lejano. Queda fuera
con su sol y su nube. Dentro entra
el hombre que se sabe aventurero,
capitán de la sombra,
caminante y juglar de lo distante.

El minero es un Atlas con la tarde
sostenida en los hombros, en la comba
caliente de su cuerpo.

El minero es creador de un mundo antiguo,
poeta de sí mismo,
andante caballero del desierto.
El minero es un ángel de la noche,
marinero en su nave de taranta,
desflorador de selvas habitadas
por serpientes de plata y de carbones.
El minero es un hombre con las sienes
ardidas de heroísmo y de aventura,
ariete de la bruma,
embajador de Dios en lo silente.

Llora sal por los ojos
y rezuma valor por los costados,
cuando el alba derrama sobre el árbol
la lluvia de su luz y de su oro,
cuando el ave se pule
las alas con el viento de la tarde.
El minero es la sangre
de los hombres valientes que discurre
como el agua, soñando las orillas
del mundo donde juegan
las flores y la estrella.
El minero es esquife de una ría
con las aguas de plata,
un Quijote que vence con la lanza
dorada de su vida.
El minero es un mago de la muerte,
vencedor de la sombra.
jinete de la noche, viva rosa,
carne de amor oculta entre la nieve.

Y rezo por su vida
y por la mesa honesta de su casa;
por la esposa que espera, con el alma
subida en las pupilas;
por el hijo pequeño que presiente
la insistente taranta de la ausencia,
por la madre que alienta
por él y para él... ¡Oh Dios, mi breve
palabra se levanta como un mástil
pidiendo Tu merced para el minero!

Tú lo sabes, Señor. No ve tu cielo,
ni la espuma bordada sobre el agua
ni los lirios que crecen en las huertas.

Tú lo sabes, Señor: Por ser minero
es un gris caminante del silencio,
un rezador que canta cuando pena.

Yo te pido, Señor, por él. Te pido
que le llenes la frente
de sueños con estrellas y las sienes
de músicas marcadas con tu ritmo.

Tú lo sabes, Señor... Por ser minero
te lleva por su noche
a las espaldas. Un Cristo entre los hombres.
¡Otro Cristo, Señor, para tu Cielo!

(12) Número 8; mayo de 1953.

Resulta de alta elocuencia este poema escrito en plena época de la po­esía social, donde se soslaya la injusticia y apenas queda patente la pena y el dolor, sólo asoma algo de angustia en la esposa expresada con bella imagen -«la esposa que espera con el alma / subida a las pupilas»-; no hay rebeldía ni humana queja, sólo oración: tampoco hay esperanza como no sea la depositada en la vida eterna.
En el poema siguiente, en el que presumiblemente fallan versos. Martínez de Übeda ensaya el canto, la otrora muy frecuente invocación en los actos literarios de solemnidad pública. Una vez más, el poeta ofrece muestra de su soltura en el manejo del endecasílabo y el heptasílabo en un tema muy escaso en su amplísimo hacer, la mirada en el paisaje, aunque no será este el único que dedique a la hermosura de esta geografía (13). En el poema mecanografiado que poseemos no consta lema alguno, por lo que creemos fue escrito por su autor quizás para su lectura en la ciudad serrana, en septiembre de 1950. donde se le otorgó flor natural.




VOZ PARA CAZORLA



Una música extraña
arcos de viento, ritmos de la sangre,
me ofreció la palabra que me supo
a la miel del romero. ¡Cuánta tarde
florecida, Cazorla! ¡Cuánta magia
divina en los paisajes
y cuánta maravilla en ese cofre
de pino y de cristal!

Cuando se arden
los soles en las piedras de los montes,
en tus labios, Cazorla, y en tus carnes
hay un viento de jara,
un viento virginal que, a vuelo, sabe
tintinear cerezas
y sembrar en las aves
los cánticos que luego se diluyen
incendiando los aires,
floreciendo los huertos de la noche,
inundando de paz los olivares.


¡Oh Cazorla, cautiva,
por bella, en la galera del paisaje,
sola y soñando, junto al río, albas
doradas como arcángeles!

¡Oh Cazorla, vestida
con la clámide blanca para el baile
que ameniza la orquesta de las aguas
cuando silban las flores en sus cauces!


¡Oh Cazarla, rezando
en las aras del monte, dando al aire
la estrofa inacabada
de una mística mítica y suave!


(13) Conocemos: -Cuando digo Cazorla-, que nos ha sido imposible localizar dónde se pu­blicara. y -Rapsodia de Cazorla. La ciudad, la sierra, el río». En Cazorla, Feria y Fiestas. 1951.








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http://www.villamalea.eu/


Editado por Bartolo_Guijander, Jueves, 2 de Julio de 2009, 10:40
02/Jul/2009 10:30 GMT+1 Perfil · Privado · Web
Bartolo_Guijander
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Mensajes: 325
Desde: 11/Jun/2007 #2 · ▲ RE: NUEVE POEMAS INÉDITOS


Como el anterior, también nos resultó imposible datar el poema que sigue, compuesto por diez décimas, en el que consta el lema de «Ave», y en cuyo cuerpo se cita a Villanueva; por tanto, fue escrito para la Fiesta del Aceite celebrada en ese pueblo en los años 1961 y 1962. En el primer año citado nos consta su presencia literaria, si bien excusó la física por enfer­medad. como que le fue publicada una obra aunque sin su título (14), «Poema del aceite», que presentara bajo el lema «Arcángel». Y es precisa­mente Gabriel, como en tantos otros poemas del de Úbcda, quien da las pa­labras y el mensaje de amor; por tanto, fueron dos poemas con idéntico tra­tamiento. Por último, significamos que, como en tantos otros textos suyos, Juan Martínez recurre a la antigua y muy significativa voz cantiga, compo­sición para el canto.


CANTIGA A LA SEÑORA DEL OLIVAR



El rezo de Primavera
es casi siempre una flor
o el trino de un ruiseñor
que abandona la palmera
cuando avanza la galera
del alba recien nacida.


El olivar cobra vida
de colores y en la enagua
del cerro salpica agua
su perla plural y ardida.
Y es que la rosa se sabe
plegaria de dulce aroma
lo mismo que la paloma
en vuelo se sabe nave
bogando por la suave
mar del cíelo. Todo canta
en torno a la fuente santa
de la Gracia sin dintel.


Eso lo sabe Gabriel,
el arcángel. Su garganta
se floreció cuando vio
a la Virgen nazarena.
Ella estaba como llena
de luz cuando se acercó
San Gabriel. Se levantó
y el arcángel no sabía
cómo decir a María
el mensaje del Señor.
La medida del amor
se la ofreció su alegría.

Bendita fue aquella hora
en que un Paje, descendido
de Dios, le dijo al oído
el mensaje de la Aurora.
Ella se hizo Señora
de la flor y del trigal
y le amaneció un rosal
en las pupilas abiertas
y se le entró por las puertas
una brisa celestial.

Y ahora mi voz pequeña
te quiere, Reina, cantar.
Te veo en el olivar
como niña y como dueña
y cuando subo a la peña
para saberme paisaje
el lirio me da su traje
y el pájaro su gorjeo.
Como San Gabriel me veo
junto a Ti como tu paje.

Palacio de Gracia tiene
tu grandeza en Villanueva
del Arzobispo. Se eleva
como un viento que sostiene
la sonrisa que le viene
de tus ojos soñadores,
y entre trigos y entre flores
nace la voz que te canta,
oh Virgen de la Fuensanta,
refugio de pecadores.
Y rueda un tierno balido
de cordero y trina un ave
y avanza una nube, nave
por el cielo estremecido.
En el campo te ha nacido,
Señora, un dorado altar.
Escenario, el olivar,
campanilla, la aceituna.
Cuando se vaya la luna
vendrá la Luz a oficiar.

Y se alzará de las cosas
un himno de letra nueva
y advertirá Villanueva
que tienen fusas las rosas
y que las cañas graciosas
saben soñar y silbar.
El campo será un juglar
con alas en la garganta,
oh Virgen de la Fuensanta,
Señora del Olivar!

Dirá la oración mil veces
y alcanzará de Ti, Madre,
un aura pura que encuadre
la ternura de sus preces.
Y es que Tú, Señora, creces
luceros en los eriales
y por sendas verticales
alzas lirios al Señor.
Eres molino de amor
en un alba de cristales.

Bendita tú que al mirar
llueves amor y armonía
y despiertas la alegría
del pueblo y del olivar.
Eres santuario y lar
de un Jesús recién nacido,
creadora en su latido,
testigo de su ternura
y caricia en la amargura
de un dolor repetido.




(14) Págs. 27 a 30 de Fiesta del Aceite; Edil. Talleres Diario Jaén. Jaén.

Por igual, destinado a algún certamen -Lema: «Carmen»- de la vecina provincia de Ciudad Real es el poema que sigue, el típico canto con veintisiete tercetos encadenados y un cuarteto final. En él se da cita toda la ima­ginería manchega: molinos, rebaños, Don Quijote, Dulcinea... y, sobre ella, el trigo y la vid, como símbolos eucarísticos en un texto en el que no falta la bella imaginería -«la espiga es un pincel que funde ocres / y amarillos y azules donde luego / se aduermen las cabezas de los soles»-, como se recurre a viejos y personales aciertos -«poema de cristal»-, cuando no deja de reiterar su es­pañolidad, tantas veces manifiesta en el símbolo del Cid.




POEMA DE LA MANCHA



No hace falta que el aspa del molino
multiplique los vientos de las albas
ni que el labio silente de los lirios
construya sus parábolas con agua.

Más allá de la estrella y de la nube,
como siempre, los ángeles se alzan
y llueven en tierra cantos dulces
anunciando el nacer del Cristo eterno.

El molino simbólico produce
la fuerza para el pan de los labriegos
y las rosas anillan en los aires
la cantiga del vino recién hecho.

No hace falta que vengan por la tarde
las esquilas eglógicas. El raudo
cruzar del tiempo es como una sangre
de la Historia que inunda los palacios
y las pobres cabañas de los hombres;
una sangre vital que alegra el campo
y orquesta un aria azul de ruiseñores.
Por los llanos caminos -ancha Mancha,
colectora de lunas y de soles-,
el viejo Don Quijote para y cuaja
poemas de cristal, como si cerca,
en la antigua heredad de la palabra
anduviera la hermosa Dulcinea.
No se muere la luz. De noche a noche
saltando, con un gozo de gacela,
la espiga es un pincel que funde ocres
y amarillos y azules donde luego
se aduermen las cabezas de los soles.
Y delira un arroyo dando al verso
la música infantil de su corriente
y suspira felizmente un jilguero.
No hace falta que los molinos echen
al vuelo sus dulzuras contenidas
ni que el rucio de Sancho se despierte.
El silencio es azul y en él habitan
los ocultos poemas de lo eterno.
Todo es lírico en ti, tierra bendita,
mecida, sin querer, al son del viento,
llevada como en vuelo, como en vilo,
en las palmas graciosas de los versos.
Yo no digo Quijotes con el lirio
de Dios entre los dientes ni tampoco
soñados Dulcineas. Lo que digo
es que tiene la Mancha todo el gozo
de lo Alto en su entraña, todo el sueño
del arcángel pasado entre sus chopos.
Yo no digo Don Quijote, digo tierno
racimo de uvas para Sangre
del Señor en el ara de los templos;
digo espiga de trigos candeales
para el Cuerpo de Cristo. Digo rosas
para el cántico sacro de la tarde.

Oh, sí. Digo las tierras paridoras
de la Mancha. Las madres tierras. Digo
que diste corazón a cañas locas
y hoy se salta tu nombre los caminos
del mundo para hablarles de la España
tremenda de los Cides y del himno
plural de tus espigas, cuando cuaja
la harina en una Forma; cuando densa
el Vino de una Sangre consagrada.

Mancha de tierra. Mancha con ovejas
que tiran sus balidos a la luna.
Mancha de hidalgos nobles, en espera
de que el agua de Dios haga la espuma
en la olla del pobre y crezca el tallo
del pámpano y adorne las alturas
con mágicas estrellas. Cuando hablo,
Mancha, de ti, me acuerdo de cantigas
que duermen en tu piedra y en tu árbol

Me acuerdo de tu Virgen de las Viñas
y un no sé qué clamor y gozo
me eleva sobre mí buscando finas
palabras con que urdir verso hermoso.
No hace falla que el aspa del molino
multiplique los aires. Basta solo
con verte el corazón y oír al vino
cantar en su tinaja... ¡Qué alegría
de copla y de color...! Ya no es preciso
Tomelloso, que suenen las esquilas
al volver de los campos. En tus anchas
tierras de amor, el trigo se hace Vida
y el vino se hace Dios. ¡Oh Mancha Santa!

Quizas como el anterior, el poema que sigue fue escrito para el entonces concurrido certamen de Tomelloso -figura con el lema de «Frentes de oro»-, donde no nos consta que fuera premiado, lo que reafirma nuestra es­tima de ambos como inéditos. Ahora y una vez más, el poeta nos ofrece su facilidad para jugar con los más distintos metros: catorce y siete sílabas, aunque le afean algunos de seis. Y, como siempre, las metáforas rotundas y sonoras: «se retuercen los perros de tus cepas antiguas». La simbología pa­reja al anterior, aunque nos parece un texto de menor calidad que el ante­cedente.




POEMA DE LA LLANURA



¡Oh llanura manchega
con molinos y lunas derramando armonía!
Al abrir con las manos la memoria lejana
se retuercen los perros de tus cepas antiguas,
y los pámpanos cantan sin saber que cantando
van lloviendo alegrías
y fandangos calientes
en las uvas doncellas. La memoria me anima
las palabras augustas.
¡Oh caminos del día
con escarcha y muchachas presintiendo la espiga,
azafranes morados
y caricias debajo de las altas celindas!
La llanura es un lago
de cristal cuando abren las estrellas sus risas.
Don Quijote regresa
de los montes y llora por la rosa perdida...
¡Ay Minaya, la grande,
la callada, en vigilia
bajo el cielo de plata!
¡Ay La Roda, la dulce, la piadosa clarisa
con plegarias de azúcar
en la boca encendida!

¡Oh llanura, llanura
para el potro que sueña libertades sin bridas,
para el verde poeta
soñador de balcones más allá de las cimas...!

Canto, llanos. Os canto
porque tienen las Albas, al nacer, las pupilas
del color de las uvas,
del sabor de las mieles; porque brotan espigas
con un Dios en los granos
de sus trigos encinta;
porque nacen muchas con los ojos de día,
y las frentes de oro
y los labios de almíbar;
porque va Don Quijote, con su lanza y su prisa
encendiendo de cantos
amorosos el pecho de las dueñas dormidas;
porque, al fin, Sancho Panza
come panes de miga
verdadera y exacta. ¡Llanos anchos, el día
se nos abre debajo de los ángeles malvas,
y un hervor de campanas nos anuncia las brisas!


¡Bienvenidos los vinos,
y la copla y la espiga
y el clamor sin fronteras
de la tierra infinita...!


Otra vez Don Quijote, Rocinante y la dueña.
Otra vez otro día...
Primavera, campanas,
trigos verdes, vendimia...
La llanura es un ancho mar de cepas dormidas.
Oleaje de aves
con las alas sin brida...
de los pámpanos verdes,
de las novias con prisa...


O Llanura, llanura
de Minaya, santa Marta, La Roda...!
La espiga
con su Pan en los granos....
y la uva dorada con su Vino y su risa.


Pan de trigos morenos.
Vino rubio de uvas. ¡Pan y Vino! ¡La vida
de Jesús en el Llano!
¡OH LA EUCARISTÍA!


¡Oh llanura manchega
con molinos y lunas derramando armonía...!


Por igual inédito y nuestra estima de que es uno de los últimos poemas que escribiera Juan Martínez cuando, ya enfermo de cáncer de garganta, se le asomaba la muerte. Un texto sincero, tremendo.




POEMA PARA NOVIEMBRE MORIR



Yo no quiero morir porque otras vidas
-las ramas de mi tronco- me detienen;
porque brilla la luz y tengo sombra;
porque adoro a mi Dios y porque es verde
el agua de los mares y son blancas
las nubes; porque amo; porque tienen
risas las rosas y músicas los aires.
Yo no quiero morir, pero si, aleve,
la muerte desdibuja mis mañanas,
y se troncha mi tronco, y de repente
la rosa cambia de color, y el aire
se me va de la vida, seré fuerte
y diré con la voz que no haya muerto:

¡Gracias, Señor por esta vida breve!
Quiero vivir por estas ramas mías
que huelen a naranjo. Por las fuentes
que cantan, por los besos, por las canas
de otros troncos antiguos; pero tiene
mi raíz una voz que está muy cerca
de la voz del Señor y no le teme
la carne a la cenizo, ¡No es tan duro
dormirse junto a Dios sobre la muerte!


Sorprende cómo estos endecasílabos vienen a coincidir, prácticamente. con dos sonetos que, años antes, publicara en la revista Linares (16), con tí­tulo similar, «Poema en noviembre»

(17), aunque este texto que rescatamos, tan coincidente, nos parece de mayor tensión lírica- El poeta se aferra a la
(16) Núm 40; Linares, octubre de 1954,

Creemos aconsejable reproducirlos:


-I-
Yo no quiero morirme todavía.
No me quiero morir, porque me siento
la savia por los huesos, y el aliento
encendido de color y armonía.


No me quiero morir mientras sonría
este niño plural que busca un cuento
de hadas en mis labios y alimento
de Dios en mi silente hospedería.


Cuando sean mis pájaros capaces
de volar con sus alas, dame. Muerte,
la muerte que me sirva para el vuelo;
pero míralos. Muerte; son rapaces,
florecillas en leche, cuya suerte
depende de mí voz y mi desvelo.


-II-
No temas, corazón, Morir es darse
a la tierra mullida y olorosa;
caer, como los trigos, o sembrarse
en un carmen con sol, como la rosa.


Morir es, corazón, caer y alzarse;
hacerse Nada y Todo; ser graciosa
paloma del Señor, al elevarse,
a tronco sin raíz en tierra umbrosa.


No temas, corazón, que vida es muerte,
porque sólo muriendo tiene vuelo
el alma encarcelada por la vida.
Morirse, corazón, es florecerte
en las aras de Dios; ser en el Cielo
palma, canción o lumbre inextinguida.

Por su misión como padre; si bien su profunda y sincera re­ligiosidad le lleva a acoplar la muerte, «no le teme la carne a la ceniza».Y esta confesa religiosidad, por igual, se manifiesta en el autógrafo que reproducimos de una carta que el poeta remitiera a Alberto López. Poveda. Redoblada sinceridad en verdadero recogimiento espiritual. Vibra su fe.


La soledad me ofrenda
los frutos y el sabor de lo perfecto.
Baja de Dios a mi. como un arcángel,
la palabra no dicha. Sí, Me siento
alto en la luz, ardido en la esperanza
de ver, de nuevo, el Verso
del árbol, con sus pájaros dormidos.


Sí. Con Dios, a solas, siento
lo que dicen los hombres cuando callan,
lo que cantan las piedras y el silencio.
Ciego a las cosas, llegan
a mí las luces todas de lo inmenso.


No creemos merezca la pena anotar mayores conclusiones sobre este.

En la siguiente imagen, muestreo del hacer de Martínez de Ubeda. Luces y sombras, grandeza y servidumbre, de quien fue el mejor poeta jaénes -re­sidente en las tierras de nacencia- de su época:












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http://www.villamale

Nueve poemas inéditos y un autógrafo de Juan Martínez de Úbeda

Nueve poemas inéditos y un autógrafo de Juan Martínez de Úbeda
Autores: Alberto López Póveda, Manuel Urbano Pérez Ortega
Localización: Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, ISSN 0561-3590, Nº. 179, 2001 , págs. 417-441
Enlaces
Texto completo (pdf)
Resumen:
Junto con una breve noticia biobibliográfica, publicamos nueve poemas inéditos y un autógrafo de Juan Martínez de Úbeda, el poeta jaenés de mayor calidad de los pertenecientes a la conocida como segunda generación de posguerra, y perfectamente encuadrable entre los garcilasistas. Los textos, salvo el primero, se encuentran en folios mecanografiados en el archivo particular de Alberto López Poveda. Con este trabajo se pretende fundamentalmente rescatar unos poemas desconocidos y difundir una parte de su obra menos conocida, la escrita para concursar en certámenes monográficos y juegos florales, moda decimonónica que reavivara las diversas instancias de la cultura oficial de este tiempo.